Bruma se ofrece como una opción de lo que se ha dado en llamar slow travel siguiendo las directivas de Pauline Kenny, quien acuñó el término luego del éxito del movimiento slow food. La idea es hacer un recorrido donde lo que importa es el viaje en sí y no ir y volver a las apuradas para marcar en la agenda que uno ha estado en tal lugar sin siquiera saber qué tenía éste para ofrecer. 

El barco sale en privado al horario que mejor le parezca al pasajero. Se recorren arroyos navegando despacio ya que lo importante es ir descubriendo cada lugarcito del delta y que el asado se vaya cocinando en la parrilla. Se busca un lugar tranquilo donde fondear y se prepara la mesa en la popa. 

Después de probar exquisitas achuras y carne de primera calidad con ensaladas acompañadas de un buen Malbec argentino uno se prepara para relajarse en las colchonetas al sol. Los dos camarotes y las camas en el comedor interno están listos para aquellos que quieran hacer una siesta bajo techo y como dios manda. Los más aventureros pueden hacer una recorrida en un semirígido. 

Nos sacamos la modorra de la siesta con un rico té con masitas y sándwiches. El capitán nos lleva por otros arroyos, vemos la ciudad desde el río, las agujas de la catedral de San Isidro. Mientras se va poniendo el sol llegamos hasta el Puerto de Frutos del Tigre, nuestro destino final. 

 

Una noche distinta: programe una comida a la luz de las velas en el medio del río, con un menú de tres pasos. Las luces de la ciudad a lo lejos se reflejan en la superficie y una música suave hace de eco en el silencio de la noche. 

 

Bruma tiene amarra en la Guardería Neptuno, en San Fernando, a sólo 30 minutos de la Capital Federal con acceso por la ruta Panamericana. La marina tiene un cómodo estacionamiento privado y la amarra se encuentra frente al restaurante sobre el río Luján.